Pranayama: El sutil arte de respirar
- 30 diciembre, 2024
- Editorial
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Por Tesy Ades
Una vez más amanece. Con los ojos todavía cerrados puedo percibir la luz que entra por las ventanas superiores de mi cuarto. Abro mi cajón y saco un “play brick” (un bloque chiquito) y me lo pongo vertical en medio de los omóplatos para comenzar mi práctica de Pranayama antes de que otro asunto me distraiga. Decido comenzar con 10 respiraciones preparatorias para posteriormente empezar con Viloma.
Me parece interesante cómo las prácticas de Pranayama comienzan con la exhalación. Nada es casual. Los antiguos sabios sabían perfectamente acerca de la importancia de vaciado completo para poder comenzar, para poder recibir. Curiosamente, ese vacío que sucede después de la exhalación, no tiene la sensación de carencia, no se siente que falta algo, al contrario, sucede desde la compasión y la calidez. Como si preparara el terreno para lo que se va a germinar. Es una limpieza interna, una purificación. (saucha)
Recordé cuando Abhijata vino a México, cómo comenzó la primera sesión del intensivo contando que su abuelo, el Sr. Iyengar, hablaba de este concepto de la copa vacía, de la mente de principiante con la que es necesario comenzar la práctica por más experiencia y años que lleves en el método. “Solamente es posible llenar una copa vacía.” decía Abhi.
Y es así como observando este estado de disposición en mi mente, sin ninguna idea preconcebida, ningún juicio, ningún pensamiento preestablecido, comienzo Antara Viloma (inhalación con interrupciones). Vaciando por completo. Sintiendo la poderosa “nada” dentro de mí.
Comienzo a inhalar con un poco de ansiedad porque después de ese vaciado total, quiero tomar una mega bocanada de aire, sin embargo, ¡hay que interrumpir!, hay que hacer la pausa. ¡Frenar los caballos!
Vuelvo a inhalar, interrupción, observo la pausa, la expando lateralmente.
Vuelvo a inhalar, pausa…. amplío. Sostengo la pausa.
Ahora sí, termino y cruzo hacia la exhalación.
Exhalo largo, lento y profundo, soltando por completo, me sabe a libertad… un completo vaciado. La ausencia. Nuevamente el cálido silencio. Así continúo…
Me quedo pensando en el estado mental que se requiere para no dar la bocanada. Esta idea de tomar con medida. Mi humanidad asustada quiere tomar y tomar y tomar aire. Y mi buddhi (Inteligencia sutil) sabe, y está entrenada, para tomar y pausar, interrumpir. Aparigraha. No avorazarse. No tomar de más. No acaparar. Lo justo.
Algún día escuché a un Rabino explicar lo que las restricciones de la religión judía significan en un nivel más sutil. Ciertas reglas como no comer ciertos alimentos, ayunar el día del perdón, etc. Él decía que en un nivel más profundo, las restricciones eran un entrenamiento para fortalecerse internamente. Tener frente a ti un platón de jamón serrano y sin embargo, tener algo de desapego dentro de ti, algo que puedes activar mentalmente que se parece al desinterés, y tener la firmeza de no comerlo, es todo un ejercicio de restricción. Decía que esa práctica te va curtiendo la fortaleza de ir en dirección contraria a la voracidad.
Aparigraha. No lo necesito, no me es indispensable, lo puedo no tener y no pasa nada. No sentir que me estoy perdiendo de nada. No me falta nada. Soy completud.
Así es como experimento Antara Viloma. Como una manera hermosa de restricción. Cada pausa es una oportunidad de observar, de no irme desbocada. De saborear el prana. De sentirme satisfecha. Saciada. Qué delicia. Cada pausa es un silencio que me contiene. Qué bendición hemos recibido.
Namasté desde la expansión de las pausas
Tesy Ades. Enseña yoga en su estudio The Yoga Room www.theyogaroom.mx. Ha practicado yoga desde hace 23 años y es Maestra Certificada Iyengar. Ha pasado varias temporadas en Pune, India, estudiando directamente con la Familia Iyengar en RIMYI.