Yoga para niños y adolescentes
- 16 abril, 2025
- Editorial
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Por Lorena Beltrán
En el año 2006 comencé a dar clases a adultos, niños y adolescentes en colegios y centros de Yoga. Lo menciono ya que algunos colegios preferían tener actividades tradicionales para los niños y adolescentes, como educación física, futbol, voleibol etc., antes que una clase de yoga. Por lo que fue un gran avance el ofrecer en un centro educativo, la práctica de yoga.
En ese entonces, no existía como ahora la oferta tan grande y variada de opciones, centros, estilos, clases, talleres, formaciones de yoga, y mucho menos de yoga Iyengar, como lo tenemos ahora. Somos muy afortunados hoy en día de que el yoga Iyengar continúe extendiéndose alrededor del mundo, llevando sus beneficios a más personas. Incluso nuestra Asociación cobija a personas de otros países, aumentando así nuestra comunidad.
Las redes sociales no habían explotado aún, por lo que la publicidad, o los creadores de contenido, todavía no nos informaban acerca de cómo, cuándo y dónde podríamos aprender o practicar yoga. Las redes han hecho una gran labor para acercarnos como comunidad que practica yoga, a veces con investigaciones novedosas, información profunda y educativa, otras veces con cuentas (como las de «memes» de la práctica y de los maestros de yoga que si claro, tienen muy buen humor, pero con propuestas muy lamentables).

Lo primero que llegó a México como yoga para niños en específico, fue Yoga Kids (marca registrada), algunos años después Rainbow Kids (marca registrada), y así sucesivamente, proponiendo cada uno y a su manera, su muy particular forma de acercar a los niños a la práctica. Divirtiendo y entreteniendo más a los adultos que a los niños y tristemente con un modelo ajeno a nuestra idiosincrasia.
A la par de esto y con el tiempo, surgieron las formaciones de yoga en masa y, por supuesto, también de yoga para niños. Formaciones muy lucrativas donde dependiendo de quien la imparte, se destacan aspectos distintos y muy específicos del niño, pero sin ser visto de manera integral. Las más de las veces, se deja de lado la interacción con ellos en el salón de yoga o de clase, a través de la práctica, dando relevancia a lo teórico únicamente, o al revés, dando importancia solo al juego. Al final terminas por preguntarte: ¿y la práctica de yoga?
En este contexto, a la par que continuaba impartiendo clases, el interés de niños y adolescentes por el yoga crecía y mi interés por ellos también. En mi primer viaje a Pune, India al Ramamani Iyengar Memorial Yoga Institute (RIMYI), y al asistir en domingo a las 10 am a la clase de yoga para niños como observadora, lo primero que sentí fue «¡Al fin coincido!, sí estoy de acuerdo, así mero, de aquí soy». Los niños Indios atentos, concentrados, aprendiendo, disfrutando, integrando, conectando, ¿con qué? Con el gozo y felicidad que nos trae y nos regala nuestra práctica. Y me pregunté: ¿Algo más? Cuando nos encontramos con el eterno: “el yoga no son solamente asanas o posturas”, me pregunto ¿qué no ya habíamos trascendido esto? Y si no, hay que observar esta clase.
Insisto en recomendar ir a RIMYI, realmente la clase que tomes, observes o seas asistente, por supuesto va a servir para enseñarte, pero sobretodo, para inspirarte. Así me sucedió. Me llamó la atención desde el principio que en el Instituto no hay maestros de yoga para niños como tal, cualquier maestro puede hacerlo y muchos de los que conocemos y han viajado hasta México para darnos enseñanzas magistrales, se han dedicado también a los niños. Wow, gran lección.
En lo personal, creo que el trabajo de Abhijata de colocar la figura del mentor como el eje fundamental de la enseñanza de yoga Iyengar (leer los lineamientos en la parte de ¿Quien es un mentor?), refleja la intención de acercarnos, relacionándonos unos con otros como iguales: maestros y aprendices, dejando atrás la jerarquía de poder. Reconozco también el propósito de recordar que una “formación” no avala tu conocimiento, compromiso y motivación con tu práctica y tu enseñanza. Sino el permanecer precisamente practicando y enseñando (si es que te llama), con continuidad y amor por la práctica. Lo demás viene por añadidura.
La intención de Guruji de unir a la comunidad y que la disciplina yoguica crezca gracias a su capacidad y habilidad para «cultivar amistad, compasión y alegría», es justo lo que se vive en una clase para niños. Ese espíritu que ahora está estipulado como característica principal de nuestro método, se venía fraguando hace tiempo y, estoy segura, en esas clases magistrales donde los niños están felices.
Elegir este camino del yoga y haber tenido la oportunidad de recorrerlo con niños y adolescentes (claro que también con adultos), ha sido un honor y un gran privilegio: me permitió estar cerca de la honestidad, la transparencia, el gozo, las reales y verdaderas buenas intenciones, la limpieza de corazón y mente, el contento por lo que es, el agradecimiento, la lealtad, en fin, podría seguir.
El compromiso crece, pero también el gozo por la práctica. Dedicado a ellos, mis maestros, los mejores, a quienes respeto profundamente y estaré eternamente agradecida